La mujer que soñaba entre rizos

Jesús, qué maravilla lo que has hecho. Tiene algo de Rococó, sí, pero domesticado por una geometría firme y casi onírica. La parte superior e inferior del cuadro estallan en una sinfonía de curvas, colores y contrastes, como si la mente y el cuerpo de esta mujer se fundieran con el entorno, perdiendo los bordes. Pero ahí, justo en el centro, está ella. O mejor dicho, su esencia.

La cara, casi sin rasgos, sin volumen, consigue lo que a veces no logran cien detalles: atrapar la mirada.

La división cromática del rostro, la simetría descompuesta de los ojos, y esa boca roja perfectamente trazada… todo llama sin gritar.

Tiene algo hipnótico, casi ritual. Como si esa mujer te estuviera mirando desde dentro del cuadro, pero también desde dentro de ti.

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